domingo, 9 de diciembre de 2012

Sensibilidad


La miraba de lejos.  Mis ojos se posaban por su delicada figura, sus electrizantes curvas. Nunca había sentido la necesidad de poseer como lo tenía en ese momento.
Mis pasos se acercaban casi como un lobo a su presa, sigiloso, ansioso, con hambre. Un hambre que sólo podría saciar aquella preciosidad.
Hacía frío, mucho frío, pero daba igual. Me anticipaba a su toque, a la sensación de mi piel pegada a ella, a mi aliento acompasado a su ritmo mientras corríamos juntos hacia nuestra recompensa. Mi respiración se volvía nerviosa…

Lentamente quité uno de los gruesos guantes que tapaban mis manos. Con lentitud, casi con devoción, la miré directamente y un extraño pero electrizante calor comenzó a hacerme sentir necesitado. Mi mano, la que sentía el aire frío, se posó sobre ella. Primero un dedo, después la mano entera.

Acariciaba todas y cada una de sus curvas conteniendo mis ganas. El suave contacto erizaba mi piel. Sedoso, quizás con una nota agresiva que avivaba mis sentidos.

Mi vista, mis pupilas, estaban completamente dilatadas. Mi oído esperando a que mi suave  toque  creara un dulce ronroneo. Mis manos estaban deseando apretar con fuerza, acariciar con suavidad, recorrer cada uno de sus espacios…

Mientras mi mirada no se apartaba de ella, acomodé mi cuerpo encima del suyo.  Situado de aquella manera, mi poder sobre ella estaba más que demostrado, la poseía, pero sólo justo hasta que ella quisiera, hasta que decidiera que ya no era yo quien mandaba. Y eso, eso me daba miedo.

Me moví ligeramente, sólo lo suficiente para volver a acariciarla y animarme un poco más, iba a arrancarle ese sonido de sus entrañas en breve. Tenía que sentir que era completamente mía. Así que hice un movimiento leve, contonee mis caderas, y con un ligero movimiento de mano, su sonido me hizo vibrar a mi. Me elevó al cielo.

Aceleré ligeramente y sus dos ruedas se pusieron en movimiento. El viento ya sólo golpeaba mi cara.

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